De ida.
He decidido mudarme de este cuarto de hotel
sin llave y con cuentas de la sed.
Voy a llevarme este equipaje, viejo roto y usado,
donde tengo todo los vidrios que soy y lo que fui. No voy a limpiar el baño de granos de maíz,
ni mucho menos las sabanas de porcelana fría.
Solo voy a hacer yo y mi valija
por estos confines de la esquina y de las rotondas desniveladas. Saltando charcos de dejavu con zapatillas de antorcha.
Por ahí, el zonda o el norte me me peguén o hasta quizá me matén, aprovechare su fuerza, su potencia, su dolor
para lanzar los vidrios de la añeja valija.
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